Resentidos

He querido llamar así a quienes por personalidad, costumbre, aprendizaje o decisión aceptan coleccionar gran cantidad de agravios que durante el trayecto de sus vidas han recibido en forma merecida o inmerecidamente.
Las dos letras con las que inicia la palabra me recuerdan conceptos como re-cargado, re-forzado, re-conocido, re-novado y otras más. ¿Será que la gente re-sentida es quien tiene esa capacidad de fortalecer una emoción tan relacionada con el sentimiento pero en forma negativa como lo son los recuerdos que nos hacen sentir mal?

No deseo restarle importancia a expresar nuestros sentimientos, ya que por supuesto es una de las mejores formas para controlar el estrés o la ansiedad. Decir lo que siento, expresar lo que me duele puede ser la válvula de escape que sana heridas o el primer paso para poder estabilizar un corazón dañado y reconstruir una autoestima afectada por palabras, expresiones o acciones llenas de veneno.

Todos tenemos motivos para estar sentidos o “resentidos” por algo o con alguien, sin embargo, no todos decidimos practicar con frecuencia este letal ejercicio para nuestra mente que nos hace sentir fatal por recuerdos del pasado que nada tienen que ver ya con mi presente. Tu sabes que la ira, la envidia y el resentimiento son venenos que tú te tomas y que deseas que le hagan efecto a otras personas.

En base a conocer a tanta gente así y a recordar pasajes de mi vida, donde acepto que me convertí en coleccionador de agravios, te presento la clasificación que he diseñado en relación al tema:

Resentidos por naturaleza:

Hacen propia la acción de guardar los agravios simple y sencillamente porque “así son”. Es un estilo de vida que han decidido llevar. “No puedo olvidar lo que me hiciste….” “Imposible dejar de pensar en lo mal que me trataste…”

Difícil evitar recordar el reproche que hace muchos años le hizo mi tía Susana en plena celebración de la navidad a su marido, el tío Enrique: “¿Tú crees que olvidaré las palabras y la forma en la que me hiciste sentir cuando hace 37 años, frente a mi madre (que en paz descanse) y mi padre (que también en paz descanse), dudaste de mi honestidad y honorabilidad por pensar que me seguía gustando Luis Felipe, mi ex novio (que también en paz descanse)…. Jamás lo olvidaré”. ¡Todo mundo en paz descansa menos sus recuerdos llenos de dolor que solamente a ella le afectan!

El resentido por naturaleza es quien ya aceptó como estilo de vida traer del pasado todo lo que puede y amargar el presente.

Resentidos con buena memoria:

Son quienes justifican su resentimiento por la maravillosa memoria que Dios les dio y que simple y sencillamente no pueden evitar recordar todo lo que la gente les ha dicho o hecho. Su frase característica es: “de todo me acuerdo…” pero con un suspiro al final que matiza el dolor que le causan esos recuerdos.

¿Cómo no se acuerda de que también tiene la capacidad de reservarse el derecho de admisión de los pensamientos? Porque es una capacidad que todos tenemos pero que hay que decidir.

Qué bueno que se tiene buena memoria, pero tristemente muy mal aplicada. Mejor traigamos al presente todos esos recuerdos que me fortalecen y me recuerden que vale la pena vivir. Recuerdos relacionados con personas que me hicieron sentir valioso y a quienes con mis actos o palabras logré tocar favorablemente sus vidas. Recuerdos de lugares visitados, platillos degustados, personas inolvidables, sensaciones vividas que me hagan recordar que mi vida ha tenido sentido y no solamente sinsabores.

Resentidos sordeados:

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Son quienes frecuentemente afirman que no lo son y sin embargo lo manifiestan de manera muy sutil. “Para que te digo, si ya sé que siempre me dices que no….” “Pensé en invitar a mi mamá a cenar pero mejor no, por ya sabes qué… y para vergüenzas, mejor no”. “Es que a ti nunca se te puede decir nada…” “Es que tú siempre….”

Esas dos últimas expresiones son las que más delatan a los sentidos sordeados… “es que tú nunca”, “es que tú siempre”. Por supuesto que los absolutos difícilmente se aplican o deben de ser aplicados y los resentidos tienden a traerlos a colación constantemente.

Resentidos en recuperación:

Esas personas que te dicen que están dejando atrás el agravio, pero te lo siguen expresando después de varios años y, por lo tanto, no lo están dejando en el archivo muerto de su memoria.

Resentidos en recuperación son quienes se convencen o intentan convencerse a sí mismos de que ya no recuerdan el daño recibido, pero a la mínima provocación sacan a relucir cada una de las palabras y acciones que tanto mal les hicieron y, al final del relato (por cierto, bastante largo y detallado), dicen: “pero lo bueno es que ya casi ni lo recuerdo… porque no soy resentido ni rencoroso”

Promotores del resentimiento:

¡Éstos son los más dañinos no solo a su persona sino a los demás, ya que no obstante que viven de recuerdos non-gratos, desean que quienes los rodean tengan el mismo hábito que los caracteriza. Y en su misma amargura se llevan de encuentro la posibilidad de que quienes cayeron en las garras de sus “buenos consejos” acepten la posibilidad de una reconciliación o simplemente evitar tomarle importancia a un lapsus brutus de alguien que en un momento de locura hizo o dijo algo que puede ser considerado intrascendente al paso del tiempo. Fáciles de detectar por sus “recomendaciones” basadas en el miedo y el dolor.
“Por supuesto que eso es imperdonable… ¡Si te llama, no le contestes!” “¡Si te busca, dile que jamás olvidarás lo que te hizo!” “¿Qué te hace creer que no lo va a volver a hacer?” “Yo que tú lo pensaba muy bien, porque gente así, nunca cambia” -o sea, también se sienten con el don de la adivinación y la iluminación para ver el futuro –el cual generalmente es carente de esperanza.

A veces, los promotores del resentimiento son los mismos padres que, con el deseo de proteger el corazón de sus hijos, les recuerdan los agravios de los que fueron víctimas, para que nunca más vuelvan a confiar o a creer en gente así, la cual –agregan- abundan. Lo anterior termina por causar miedo, al dañar por mucho tiempo su seguridad y autoestima.

Mi recomendación es clara y precisa:

  1. Analiza el porqué de tu afán en recordar una y otra vez la ofensa. Reconcíliate con tu pasado buscando las razones por las cuales ya no deberías traer al presente esos lamentables acontecimientos que tanto daño te hicieron. Di, y dite a ti mismo una y otra vez que has decidido no darle más fuerza a ese recuerdo.
  2. Por un momento imagina cómo te sentirías si no tuvieras esos recuerdos. Imagina tu vida sin esos pensamientos. ¿Es mejor? Decide una vez más dejar en el pasado lo que no tiene nada que hacer en el presente.
  3. Y nuevamente mi recomendación de terapias relacionadas con el perdón y el auto-perdón. En caso necesario busca ayuda profesional.

La vida es mucho más que tus malos recuerdos. ¡Decide vivir, no sobrevivir!

¡Animo!
Hasta la próxima.

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