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Mostrando entradas de julio, 2017

Necesito un Abrazo

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Hace años, en los turnos de la noche, yo conducía un taxi, que se convirtió en un confesionario móvil. Los pasajeros me contaban acerca de sus vidas.  Escuché a varias personas que me asombraban, me ennoblecían, me hacían reír y muchas otras me deprimían. Pero nadie me conmovió tanto como la mujer que recogí en una fría noche de agosto. Un día respondí a la llamada de una vivienda en un modesto sector de la ciudad.  Cuando llegué a las 2:30 de la madrugada, el lugar estaba oscuro excepto por una tenue luz en el primer piso.  Bajo esas circunstancias, muchos conductores esperan un minuto y se marchan. Aunque la situación se veía peligrosa, yo caminé hasta la puerta y toqué.  “Un minuto", respondió una frágil voz.  Pude escuchar que alguien caminaba lentamente arrastrando los pies sobre el piso, después de una larga pausa, la puerta se abrió y apareció una anciana mujer de unos ochenta años.  A su lado había una pequeña maleta de nylon y una caja de

Las Manos del Abuelo

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Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio, no se movía.  Solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía. Levantó su cabeza, me miró y sonrió.  “Estoy bien, gracias por preguntar”, dijo con una fuerte y clara voz. No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien”, le expliqué. El abuelo me preguntó: “¿Te has mirado alguna vez tus manos? Quiero decir, ¿realmente te has mirado tus manos?” Lentamente solté mis manos de las de mi abuelo las abrí y me quedé contemplándolas.  Las volteé, palmas hacia arriba y luego hacia abajo.  No, creo que realmente nunca las había observado mient

La Ofensa

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Él era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como  un hombre justo y comprensivo.  Al terminar la clase de fin de curso, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo: Profesor, lo que más me alegra de haber terminado el curso es que no tendré que escuchar más sus tonterías y descansaré de ver su cara aburrida. EL alumno estaba erguido, con semblante desafiante, en espera de otra respuesta airada de su profesor. Pero ante su asombro, el hombre le contestó: ¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo aceptas? Por su puesto que no –respondió- el alumno algo sorprendido. Bueno -prosiguió el profesor- cuando alguien intenta ofenderme o decirme algo desagradable, está ofreciéndome algo. En tu caso es una emoción de rabia y rencor que decido no aceptar.  Si yo me siento ofendido o me pongo furioso estaré aceptando tu regalo, y yo pref

La historia del hombre y la serpiente en el fuego

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Aquí les vamos a contar la historia del hombre y la serpiente en el fuego, esta historia empieza cuando un hombre vio a una serpiente morir quemada y luego este decidió evitar que esta muriera incinerada, pero cuando la salvó, la serpiente se voltió lo mordió. Luego que ella lo muerde, por el dolor este la suelta nuevamente y el animal volvió a las llamas y a quemarse nuevamente. El hombre volvió a intentar socorrer a la pobre serpiente que estaba quemándose viva dentro del fuego, cuando este la volvió a sacar nuevamente lo pico. Alguien que lo veía se le acercó y habló con el hombre diciéndole que: – Señor disculpeme, pero porque usted es tan terco!, no entiende que cada vez que quiere sacar a la serpiente del fuego esta lo va a picar? La respuesta del hombre fue sorprendente: – La naturaleza de este animal es picar, y eso no va a afectar mi naturaleza que es ayudar, entonces el hombre buscando un pedazo de hierro logró nuevamente sacar a la pobre serpiente del