Ladrones de la Felicidad

Llevamos un estresante estilo de vida. Por lo visto, cada día  son más los estragos que este acelere causa en muchos de nosotros. Deseamos que el día tenga más de 24 horas para poder cumplir con todas las actividades que nos echamos a cuestas. No hemos aprendido a decir  “no” y hacemos compromisos que  de antemano sabemos que no podremos cumplir.


Aunado a esto, hay ciertos “ladrones de la felicidad” que si los dejamos que avancen, nos dañarán continua e irremediablemente hasta provocar nuestra autodestrucción.

Cuando nos vemos estancados en viejos patrones de comportamiento  en los que nos hacemos las eternas víctimas,  estamos atrayendo una y otra vez ese tipo de situaciones por las que nos quejamos. Es increíble, pero entre más pensamos o expresamos nuestro malestar por lo que nos sucede, la vida nos seguirá ofreciendo múltiples momentos para que sigamos lamentándonos. Es un ejemplo claro de cómo funciona la ley de la atracción. Es exactamente el mismo patrón  sentimental en el que se “encharcan” muchísimas mujeres cuando atraen hombres problemáticos a sus vidas.

Qué importante es tener conciencia de nuestro presente.  ¿Qué tipo de pensamientos estás evocando constantemente?  ¿Cuántas quejas expresas durante el día? ¿Cómo es tu diálogo interior, positivo o negativo? ¿Te sientes la eterna víctima a quien nadie valora y de la cual todo el mundo se aprovecha?
Me atrevo a afirmar que la mayoría de las personas  sigue creyendo que la felicidad es solamente un factor externo. Que viene de afuera hacia adentro  y que son las circunstancias o las personas que nos rodean las que  pueden dar felicidad. Y mientras no cambiemos esa creencia, no seremos felices.

El hábito de creernos siempre víctimas,  nos roba constantemente los momentos de  felicidad que pudiéramos disfrutar. Sacar a relucir constantemente las heridas del pasado y recordar continuamente a los villanos que nos hirieron, hace que la felicidad se esfume.

Hoy comparto algunos de esos hábitos que nos roban la felicidad:
  1. Quejarse. Compadecerse de uno mismo. Tratar de causar lástima. Hacerse el “mártir” quejándose de lo mal que lo trata la vida o creerse la persona que viene a servir a todos a costa de su infelicidad y terminar el día sintiéndose vacía, exhausta, y promoviendo en la gente a la que quiere una dependencia y falta de madurez. Este patrón de comportamiento se convierte en un hábito, en un estilo de vida. Hace que continuamente nos enfoquemos en lo que no tenemos en lugar de apreciar lo que sí tenemos. Además,  procuramos relacionarnos con  gente igualmente negativa para continuar quejándonos de todo y por todo.
  2. Echar la culpa a algo o alguien. Nos sobran excusas y culpamos a otros de nuestras penas para justificar la falta de alegría y estabilidad que sentimos. Lo que hacemos con esto,  es debilitarnos más y nos priva del poder para lidiar la situación que estamos canalizando hacia otros. No asumimos nuestra responsabilidad y por lo tanto siempre nos sentiremos  víctimas de las situaciones, logrando que la felicidad prácticamente se vaya de nuestro lado. Qué verdad es lo que escribió Carol Kline: “El 80% de lo que nos sucede, en algo tuvimos que haber participado. Sólo el 20% son circunstancias ajenas a nosotros, y que desafortunadamente no podemos evitar”.  Recuerda: te quitas poder para solucionar una situación, si lo que haces es echar la culpa a los demás por lo que te sucede.
  3. Avergonzarse. Cuando nos culpamos a nosotros mismos y nos avergonzamos de las cosas que nos han ocurrido, a menudo tratamos de de suprimir el dolor o de enterrar esos sentimientos incómodos en lo más profundo de nuestro interior. Al hacerlo, gastamos mucha energía y bloqueamos la felicidad. Por supuesto que es muy saludable enmendar los errores, pero lo es más, si evitamos el nefasto hábito de sentirnos eternamente avergonzados por un error que como humanos cometimos. Pide perdón a quien sea necesario. Perdónate a ti mismo, con la firme decisión de aprender de la situación y evitar, como dicen, de  tropezar en la misma piedra.
  4. Exceso de estrés. Vivir siempre en constante acelere. Querer cumplir con todos y querer acabarnos el mundo de un solo bocado. Tarde que temprano el cuerpo lo resiente y las consecuencias pueden ser lamentables. Date tiempo para disfrutar tu camino, porque al paso de los años, son los detalles adicionales en tu modo de vida los que verdaderamente serán considerados como momentos de felicidad. Nos enfocamos en “tener” y se nos olvida disfrutar del “ser”. Las últimas cifras relacionadas con la felicidad son impactantes: La gente feliz es un 35% menos propensa a enfermarse y produce un 50% más de anticuerpos en respuesta al ataque de virus y bacterias. Además, los individuos que obtienen mayores puntuaciones en las encuestas y pruebas relacionadas con la felicidad, presentan un menor riesgo a sufrir enfermedades cardiovasculares e hipertensión. ¡Por supuesto que este es un maravilloso descubrimiento! ¿No crees que algo tenemos qué hacer para incrementar nuestro nivel de felicidad?
  5. Pensamientos negativos. Basura mental que nos desmotiva y desalienta.  ¿No crees que es una  pérdida de tiempo y energía, pensar en algo que no ha ocurrido y por lo cual nos atormentamos por adelantado?  Practica hasta el cansancio la acción de modificar tu forma de pensar nutriendo tu mente con pensamientos positivos y te será más fácil encontrar la felicidad. Recuerda: un pensamiento ocasiona un sentimiento; un sentimiento ocasiona una acción.  Analiza las veces que tus pensamientos negativos  han hecho que te  quejes de todo  y por todo. ¿Qué lograste? Nada.  Trata de obtener un   aprendizaje de lo malo que te sucedió y sigue tu camino, te aseguro que lo encontrarás más fácil.

Epicteto, filosofo griego, escribió: “Lo que en verdad nos espanta y nos desalienta no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos”.

¡Ánimo!

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